¡Hola a todos y a todas! ¿Alguna vez os habéis imaginado cómo será la educación dentro de unos años? Esta es la visión que yo tengo, aunque esperemos que nunca se haga realidad, ¡Allá vamos! 😁
GEA
Era una cálida y seca mañana de principios de enero y, como de costumbre, Gea recogió sus utensilios y emprendió el camino hacia las cuevas donde se reuniría con el resto de su sección. El recorrido hasta allí era arduo, pues suponía atravesar el árido y espinoso territorio que ahora quedaba del antiguo valle. A fin de cuentas, la contaminación había acabado con todo: las ciudades habían quedado reducidas a cenizas; las praderas se habían convertido en desiertos y, mientras los lagos se habían secado de manera inexorable, los océanos habían crecido tiñéndose de un verde putrefacto causante del envenenamiento de millones de especies. Sin embargo, el peor momento fue cuando la Cúpula anunció las escasez total e irremediable de recursos, lo que desembocó en una serie de guerras internas e hizo que parte de la población marchara con el ejército con el objetivo de defender las afueras de la Cúpula de aquellos que querían atacarla. Así, mientras que los ejércitos morían de deshidratación y hambre, el resto quedaba dividido en secciones que se organizaban para buscar recursos.
Gea pertenecía a la sección de exploradores en las cuevas y su misión consistía en vagar por los intrincados laberintos en busca de lagos subterráneos que, por desgracia, todavía no habían hallado. De este modo, lo único que conocía Gea era la tierra yerma que excavaba sin cesar día tras día desde su quinto cumpleaños, seis años atrás. Según la Cúpula, todos los niños mayores de cinco años eran ya aptos para el trabajo comunitario, trabajo que desempeñarían el resto de su existencia y que, con total seguridad, les reportaría una muerte temprana y dolorosa.
MINERVA
Minerva se despertó tarde aquel día debido a los tímidos rayos de sol que entraban por los gruesos ventanales que protegían a los habitantes de la Cúpula del aire contaminado del exterior. Rápidamente, cogió todos sus apuntes y salió disparada hacia la clase, que había comenzado media hora atrás. Mientras caminaba, Minerva pensaba en su vida monótona, pues todos los jóvenes en la cúpula debían estudiar hasta pasados los veinticinco años con tal de aglutinar todo el conocimiento que los maestros pudieron salvar tras la caída de internet años atrás. Sin embargo, dentro de este conocimiento no se concebía la música, la historia, la filosofía o la literatura sino que las ciencias eran la única materia del saber que se impartía pues, según los altos cargos en la Cúpula, serían las ciencias las que lograrían solucionar la precaria situación en la que la humanidad se encontraba debido a la falta de recursos naturales.
Distraída con sus pensamientos, Minerva logró llegar a clase y fue a sentarse directamente a su lugar favorito dentro de aula, que tenía vistas del exterior. Así, desde la ventana veía las inmediaciones de las cuevas donde los exploradores buscaban agua no contaminada y, ensimismada, todas las mañanas se preguntaba qué clase de criaturas serían aquellas. Es imposible que sean humanos como nosotros, pensaba. Después de todo, lo único que Minerva podía ver eran criaturas vestidas con harapos y cubiertas de fango y tierra.
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